Si tenemos complejos, es decir, somos conscientes que los tenemos, debemos comenzar por descubrir que motivaciones pasadas y presentes nos ha conducido a criticar nuestro cuerpo. Ya hablamos sobre los complejos físicos y sus causas, de forma genérica, ahora se trata de analizar nuestra propia experiencia corporal, darnos cuenta que esta ha sido y es interpretada a través de nuestra propia vivencia, por tanto mediante un prisma distorsionado, en tanto que subjetivo, que no tiene porque ser coherente con la realidad.
Nuestra imagen corporal negativa nos lleva a tener insatisfacción corporal, a sentir incomodidad ante situaciones que desatan reacciones negativas, de autocrítica y malestar. Tendemos a magnificar la importancia de estas situaciones, lo cual es una mala estrategia, pues refuerza el pensamiento negativo que tenemos respecto de nuestro cuerpo.
Pero nuestros pensamientos acerca de nuestro aspecto, a los que damos total veracidad, no son sino opiniones, valoraciones que usamos para interpretar la realidad. Si analizamos dichos pensamientos nos daremos cuentas que estos se nutren de nuestra historia personal y conductas (reacciones automáticas y conductas de protección), y que se han ido retroalimentando a si mismos. Un pensamiento negativo refuerza el próximo pensamiento negativo, en una espiral automática que requiere ser parada y analizada para que podamos aprender a liberarnos, a actuar con independencia de dichos pensamientos.
Los pensamientos son solo representaciones mentales y no tienen porque corresponderse con la realidad, pueden ser meros trampantojos que nos dan una imagen irreal y cuya conclusión va cambiando con el tiempo. Examina el trascurso de tus pensamientos, como han ido evolucionando, adquiriendo fuerza o perdiéndola, como ello ha influido en tu conducta, en la percepción de tu cuerpo. Puede que pienses que al engordar nadie deseará siquiera mirarte, puede que lo pensaras antaño y ya no, puede que lo pienses mañana, pero en todo caso, no lo tomes al pie de la letra, porque puedes estar tan solo ante un trampantojo producto de tu interpretación.
Y aunque nuestros pensamientos se ajusten en mayor medida a la realidad, no les otorgues excesiva importancia. Poseer un “defecto” físico visible no significa en modo alguno que no puedas vivir una vida que merezca ser vivida, sea cual sea dicho “defecto”.
Tu persona engloba tu cuerpo, no al revés.
Reivindica tu individualidad, afírmate en tu propia singularidad, es potestad tuya pensar, sentir y actuar como desees, tienes derecho a ello. Si el resto tiene derecho a ser respetado, tu también.
No te dejes etiquetar negativamente, ni te compares con los cuerpos de ciencia ficción que muestra la sociedad de la imagen (televisión, películas, desfiles de moda, modelos, anuncios… normalmente poblados de personas estéticamente “perfectas” según el canon actual que imponga el markenting del momento), no eres un vulgar objeto que se pueda comparar.
Porque no solo eres tu cuerpo, eres mucho más. Entonces, ¿Porqué tanta importancia al físico? ¿pensaste que es lo realmente importante para ti? ¿Que valores te mueven en tu vida? Haz de ello el “leitmotiv” de tu existencia en lugar de focalizarla en tu cuerpo y los aspectos negativos que le encuentras.
Restar importancia a estos aspectos negativos que identificas sobre tu cuerpo, no significa en modo alguno que lo dejes abandonado, todo lo contrario, cuídalo, vístete y peínate a tu agrado, como se dice popularmente, ponte guapo o guapa, haz deporte, etc. porque como todos los demás, también te lo mereces.
Reacciones automáticas y de protección ante los complejos físicos.
Ante los complejos físicos, surgen una serie de reacciones automáticas y de protección, aprender a equilibrar dichas reacciones es fundamental.
No centres tu atención en los defectos físicos. Si tu cuerpo no engloba tu persona, tu defecto físico no engloba tu cuerpo, visualiza este en su conjunto, en vez de centrarte en los aspectos que te hacen sentir incomodidad.
Tu cuerpo no es tu enemigo, aunque a veces tu percepción negativa del mismo te haga sentir que si lo es. Pero no es cierto, al contrario, es tu aliado, es el que te permite hacer todo lo que haces, todo aquello a lo que estás restándole valor por centrarte solo en lo negativo. Si no es tu enemigo, porque mirarlo con severidad, no lo hagas, míralo con mayor indulgencia, desde la ternura.
No trates de entrar en los pensamientos de los demás, de pretender intuir e incluso saber que piensan sobre tu cuerpo. No extrapoles tus pensamientos, porque tu visión personal, valga la necesaria redundancia, es personal y probablemente no sea objetiva. En realidad desconoces que piensa, que siente y que experimenta la persona que tienes delante. No anticipes sus reacciones.
No te compares con el pasado, con como estabas antes. El típico “hace unos años no estaba tan...”, gordo/a, feo/a, viejo/a, cualquier adjetivo que recubramos despectivamente valdría. Tampoco te compares con otras personas que consideres tanto más como menos atractivas, ya sea para justificar tu complejo o para darte mayor seguridad. Porque si no eres el o la del pasado, ni ninguna de las otras personas, ¿qué ganas con ello? Si tales comparaciones no modifican en nada la realidad, ni te hacen más ni menos atractivo, mejor evitarlas, recuerda que la vida no es un concurso de belleza.
A mayor empeño pongas en escapar de tu propia insatisfacción, de sentir vergüenza o miedo al rechazo, mas fortalecerás tu imagen corporal negativa. Tratar de ocultar aquello que consideras son defectos, disimular, taparte, rehuir la mirada del otro, etc, por mucho que sean estrategias socorridas para momentos concretos y fugaces, son conductas destinadas al fracaso, que perpetuarán la constante tensión entre tú y tu cuerpo.
Armoniza la relación con tu cuerpo.
Los complejos físicos no son la fatalidad que piensas que suponen. Acepta el hecho de sentirte mal, como primer paso a afrontarlos, porque no es beneficioso pasarse la vida bajo el yugo de sentimientos de vergüenza y autorechazo, eso no es vida ni te permitirá desarrollarte personalmente como seguramente desearías y como tienes derecho a hacer.
Asume tu defecto, tanto si es real como ficticio, con naturalidad, sin dramatizarlo, para que así puedas vivir conforme a tus aspiraciones. Ello te ayudará a que tu visión corporal vaya modificándose, a ver menos “trampantojos” físicos, a que otras facetas de tu vida tomen mayor relevancia y puedas disfrutar de la vida en armonía con tu cuerpo.