El miedo escénico es una emoción que nos abarca a todos. Aunque puede llegar a transformarse en una enfermedad sí nos domina por completo, convirtiéndose en un hándicap y fuente de numerosos problemas que van desde la depresión hasta caer en adicciones (alcohol y drogas), lo más normal es que simplemente nos impida autorrealizarnos haciendo que nuestra autoestima baje. A pesar de ello existen múltiples medios para controlarlo.

Cuando tenemos que hacer algo importante notamos que nos ponemos tensos, que en nuestro organismo se desata cierta ansiedad, la cual hace surgir la idea de peligro, como por ejemplo, hacer el ridículo, no estar a la altura, ser el centro de atención, etc. Este tipo de pensamientos nos generan temor y nos llevan fácilmente a intentar eludir aquello que teníamos que hacer.

El miedo escénico en realidad no es sino la ansiedad generada por alcanzar el resultado deseado, teniendo que interactuar de alguna manera con el resto. Esta ansiedad podría bifurcarse de dos maneras, sintiéndola en la propia situación, es decir, cuando la ansiedad se desencadena durante el transcurso de dicha situación o cuando aparece previamente a la situación en sí misma, en forma de temor. En la mayoría de los casos podríamos asegurar que esta anticipación es la que nos genera mayor sufrimiento.

La ansiedad por miedo escénico es una afección sin mucha importancia que normalmente no requiere ningún tipo de intervención terapéutica, a excepción, claro está, de cuando dicha ansiedad nos genera conductas de evitación tan generalizadas y sistemáticas que nuestra vida se rodea de constante sufrimiento.

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¿Cuando somos más vulnerables al miedo escénico?

El tener que hacer algo, concebido esto como un desafío, es el principio mismo de este tipo de ansiedad, la cual surgirá al confrontar todo tipo de situaciones dónde también estén presentes los demás, por ejemplo, hablar en público, salir a hacer una exposición, tener el turno de palabra o solicitar un aumento.

Este tipo de situaciones se caracterizan por el carácter unidireccional de la comunicación, el individuo está en el centro de la acción y bajo la mirada y supervisión tanto propia como ajena, será el foco de atención sin que haya posibilidad de una retroalimentación real inmediata acerca de la acción que va a desempeñar.  Por ejemplo, entre las situaciones más habituales está hablar o actuar en público, entrar en un lugar cuando el resto ya está sentado en su sitio, comer y beber delante de los demás, entrar en baños públicos, etc.

Los síntomas de la ansiedad causada por miedo escénico.

Son comunes síntomas cardiovasculares, el corazón empieza a latir a toda velocidad, con gran intensidad, se sienten sofocos, sudoración excesiva y las manos se humedecen.  Además notamos cierta sensación de mareo y temblores, todo ello siempre acompañado de pensamientos catastróficos.

Este trastorno de ansiedad no se considera una enfermedad, normalmente se atribuye a una timidez excesiva por un carácter retraído, de esta manera quiénes lo padecen lo hacen en soledad y esto conlleva que su ansiedad evolucione, facilitándose el nacimiento de estados depresivos e incluso llegar a contextos de alcoholismo y drogodependencia:  el enfrentarse cotidianamente a esta angustia y no hallar una manera de solucionarla, además de ser un tema difícil de hablar, pues quien lo padece suele tener el pensamiento de que su problema es en cierta manera humillante, lleva que muchas personas busquen un escape en este tipo de sustancias.

También podemos encontrar consecuencias de tipo social. Imaginaros que para una profesión fuera necesario interactuar con los demás en público, incluso siendo el centro de atención, por ejemplo el caso de un músico. Resulta fácil pensar que dicha carrera no tendrá un futuro muy halagüeño.

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Veamos algunos ejemplos de miedo escénico del día a día, en los cuales es posible que quien más quien menos se vea identificado:

  • Decir buenos días a los compañeros.
  • Tener que hacer una pregunta en medio de una reunión.
  • Hacer valer tus derechos en el entorno laboral.
  • Llevar una estética poco convencional.
  • Tener que realizar una presentación.
  • Leer un texto en público.
  • Asistir a una comida de trabajo.
  • Llamar por teléfono para hacer una gestión.
  • Pedir a tu pareja una conversación acerca de vuestra relación.
  • Pedir un cambio de asiento a un desconocido en un lugar público.
  • Tener que aparcar el coche delante de la mirada de los peatones.
  • Presentarse a un chico o chica.
  • Decir no y resistirse a un comercial.
  • Entrar en un lugar cuando todo el mundo ya está sentado.
  • Pedir un favor.
  • Comprendiendo nuestra ansiedad.

Lo normal ante una emoción que nos causa dolor es que en primera instancia, de forma consciente en mayor o menor medida, intentemos salir de dicha situación, liberarnos de la emoción dolorosa. Esto no nos lleva a tratar de resolver el problema, sino simplemente a reducir dicha emoción, por ejemplo, si estás leyendo delante de público, intentaras ir más rápido para que la situación acabe lo antes posible.

Pero el ir más rápido de lo normal normalmente provocará que aquello que estemos haciendo salga en peores condiciones, lo cual a su vez afecta a la percepción y miedo por lo que se está haciendo, la ansiedad se retroalimenta y el efecto deseado no se ha conseguido ni para rebajar el nivel de ansiedad ni para realizar la actividad con éxito. En estos casos es mejor bajar el ritmo, tomarse su tiempo, no pasa nada porque la actividad que realizas no sea excelente o eso le parezca a la persona en cuestión, pues no se debe anticipar los pensamientos de terceros sobre aquello que uno está haciendo, quizás a ellos si les está pareciendo excelente.

Pero incluso aunque seamos conscientes de estar en una situación estresante e intentemos comportarnos como si no hubiera problema alguno, controlando nuestros movimientos, acciones y hablando correctamente, la reacción emocional condicionada estará presente, provocando pensamientos negativos en el sentido de que no controlamos para nada la situación ni nuestro cuerpo. Nuestra confianza se irá al traste y esto será percibido por los demás, que a su vez pueden también alterar su comportamiento, lo cual constituirá para la persona ansiosa una confirmación de sus dudas sobre su propia actuación y capacidades, empezando a desencadenarse respuestas fisiológicas.

Estás respuestas fisiológicas pueden ser sequedad en la boca, aumento de la frecuencia cardíaca, de la tensión arterial, del ritmo respiratorio y sudoración. A estos síntomas se unen, a veces repentinamente, mareo o vértigo y sensación de duda.

Llegados a este punto, nuestra atención en vez de ser para el público presente, estará focalizada en los síntomas que estamos experimentando. Ser conscientes de estos indicios de ansiedad será a su vez el inicio de nuevos pensamientos de tipo ansioso. Los pensamientos negativos se acumularán, entrando de esta manera en un círculo vicioso.

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Herramientas prácticas y consejos contra el miedo escénico

Intervenir sobre el miedo escénico implica intervenir sobre los tres niveles del círculo vicioso: las reacciones del cuerpo, los pensamientos catastrofistas y las conductas de evitación.

No es fácil cambiar una conducta, hay que aprender nuevas maneras de proceder, por tanto tenemos que identificar qué es lo que queremos conseguir, recordar nuestros logros anteriores pues en ellos están muchas de las claves para alcanzar nuestro objetivo.

Si una situación te produce un temor que empieza a superarte, hay que tratar de no eludir dicha situación. Es normal que tendamos a evitar aquellas situaciones que nos causan temor, ansiedad y miedo, sin embargo, si lo hacemos la próxima vez que se nos presente esta misma situación, enfrentarla se volverá aún más difícil.

A menudo quienes son conscientes de que tienen este problema y que deben afrontarlo eligen la situación que más temor les produce para enfrentarla. Tenemos que tener claro que aquí hay más factores en juego, como nuestra autoestima. Por tanto si enfrentar dicha situación termina en fracaso nuestra ansiedad o miedo escénico podría  incrementarse, así como nuestra autoestima reducirse. Por eso, es conveniente ir enfrentando las situaciones que nos creen bajos niveles de ansiedad, poco a poco, para así, con el paso del tiempo ir hacia las de mayor dificultad.

Céntrate en tu respiración, inspira y expira lentamente. Así conseguirás que tu respiración sea más sosegada y alcanzarás mayor serenidad. A veces al tener que hablar en público se hace justo lo contrario, es decir, antes de empezar tomamos una gran bocanada de aire que lo que va a conseguir es precisamente el efecto contrario, pues nos hará tener una respiración irregular que ahondará nuestro miedo escénico.

Cuando tenemos ansiedad interpretamos la realidad de forma sesgada, centramos nuestra atención en un punto en particular y a partir de ahí construimos ciertos razonamientos que cuanto menos no se ajustan a la realidad.  Esto nos lleva a pensamientos catastrofistas. Por eso es necesario realizar una simple reflexión al respecto, para quitarle hierro al asunto, racionalizarlo y encontrar estrategias eficaces.

Cuándo empezamos a hacer determinadas actividades nos ponemos en lo peor, sin mayores consideraciones y sin caer en la cuenta de que muy probablemente esa actividad ya la hayamos realizado muchas más veces con anterioridad y sin ningún problema, sin que haya supuesto ningún drama. Pensemos en ello a modo reflexión para así ser conscientes de que no hay porque caer en pensamientos negativos.

El miedo escénico no supone un obstáculo insuperable, podemos poner en marcha estrategias que sirvan en su prevención. Es posible modificar nuestra actitud ante las situaciones que nos generan estrés, relajarnos y reaccionar de forma razonada, todo lo cual repercutirá en un aumento de nuestra confianza y autoestima.